lunes, 20 de julio de 2009

Nuestro niño Dios, mi niño Dios...

Es una historia algo grande o muy grande de contar. Trataré de ser breve, de ser muy breve.

Es un Niño un tanto extraño, un tanto raro y hermoso, muy hermoso, bello, muy bello: Es de bulto, no es fotografía. Tiene algo menos de 40 centímetros de altura. Está de pie, apoyado en su Piernita derecha, en tanto que su Piernita izquierda, está un poco alzada, como si fuera a dar o estuviese dando un paso. Su Manita derecha está alzada, como fuese a iniciar una Bendición, la Manita izquierda simplemente suelta. Tiene su Pelo rizado, chino, negro. Sus Ojitos vivos, muy vivarachos, al fin Niño. Su Carita, toda, me da una tranquilidad y una paz muy hermosa, muy bonita. Sobre la Cabecita, sobre su Pelo, tiene sus Tres Potencias una cosa un tanto extraña en un Niño Dios.

Sus formas de vestir, muy, pero muy singulares: Usa huarachitos, pantaloncitos, chaleco y saquito y extrañamente pegados el uno con el otro, camisita y lleva, por último, una capa hasta por debajo de sus Rodillitas.

Está paradito sobre una base de madera con una especie de taquete hacia arriba, donde mi Niño, con hoyito en su Piecito, se introduce para ya quedar de pie.

Su historial, lo que yo sé, lo que me platicó Mamá Ofe y sobre todo de lo que me acuerdo, es esta:

Mamá Bruna, (creo que abuelita de papá Covito) fue la que primero lo poseyó, me refiero de la familia. Parece ser que en las revueltas iniciales de la Revolución.

Por supuesto, quedó después a cargo de mamá Clarita (mamá de papá Covito) para posteriormente quedara en manos de mamá Toyita y papá Covito.

Después de muchos años, mamá Toyita decidió darlo a Mamá Ofe.

Ella, Mamá Ofe, lo trajo a Álamos, –nuestra casa- y lo mandó a restaurar a un convento. Le faltaba un Dedito. Lo pusieron muy guapo, -diría Pelusa- le hicieron ropita nueva, siempre conservando la “original”, la traía desde que está con la familia.

En el mismo convento, le dieron a Mamá Ofe su Historia, no recuerdo si platicada o en por escrito. No sé donde podría estar. Pero va ser igual: ¡No sé ya nada!

Le dijeron su nombre, su historia, sus accesorios, (no los traía, parece ser que una rama).

Le faltaba un huarachito y una o dos Potencias. Mamá Ofe también se las mandó hacer de plata, con baño de oro. Quedó muy bonito, como nuevo. Quedó muy guapo.

Ya restaurado, con su ropa nueva, sus huarachitos y Potencias, le mandó a hacer un capelo y una base para el tal capelo. Su lugar fue sobre el buró de Mamá Ofe.

Cuando tenemos un algo que solicitar a nuestro Niño, se lo pedimos, se lo solicitamos y creo que nos lo ha concedido. Algunas de ellas, todas importantes, todas significativas, todas trascendentes, han sido –entre muchas más- las entradas mías y de mis hijos a las escuelas, el alivio de enfermedades, mis operaciones, el cuidar a Cheto en Europa las dos ocasiones y traerlo a casa con bien y otras más, muchas más que le he pedido y se me han concedido.

Al fallecer Mamá Ofe, lógicamente se quedó nuestro Niño en casa y yo me hice cargo ya de Él.

Le mandé a hacer una repisa, para que estuviera arriba de mi cama, en mi cabecera. Y ahí está y desearía que continúe ahí.

Es mi esperanza, es mi gran deseo, que ahora, después de mí, quede a cargo de Él, Pelusa, con la mentalidad de que lo cuide y lo quiera tanto o más que Mamá Ofe y yo.

Pero siempre con la idea de que es de todos, de toda nuestra familia.

Esa, esa es la mínima historia de nuestro Niño Dios.

Según mis cuentas, ya son seis generaciones: mamá Bruna, mamá Clarita, mamá Toyita, Mamá Ofe, yo y en su momento Pelusita.

Seis descendencias, seis momentos diferentes…

Seis familias, una familia…

Los tiempos cambian…

1 comentario:

  1. Nuestro Niño Dios, claro que es hermoso, claro que lo amamos, claro que lo cuidamos, y claro que seguirá siendo de la Gran familia que somos.

    ResponderEliminar